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Arrastrarte por el underground hace que con el tiempo esa pátina de suciedad consiga verse como una elegante costra. Solo con el paso de los años se verá la importancia en lo que tal vez tú y unos cuantos más sólo creíais. Antes de que esa costra reluzca, habrás tragado bonitas palabras pero no tanta repercusión. Sinceramente, ¿quién quiere esa repercusión en un mundo musical en el que el éxito, en muchos casos, es sinónimo de chabacanería? Lo realmente interesante carece del interés público. Eso explica muchas de las cosas que ocurren actualmente a nivel global. Solo desde este prisma se pueden construir carreras musicales como la de la banda murciana Schwarz. Si no los conocen es porque son interesantes. La paradoja sigue en orden.
Schwarz es una de esas bandas de culto. Parece que desaparecen cuando invocan nuevo disco, pero siempre están ahí, antes de que esta última ola psicodélica nos provocase una amnesia transitoria. Desde siempre, han bañado sus composiciones con su particular psicodelia, antes que a alguien se le ocurriese eso de la neopsicodelia. Ellos están por encima de modas. Los murcianos llevan paseándose por esto casi veinte años y son unos de los responsables de introducir aires nuevos con su viaje cósmico de halo oscuro, críptico e inquietante, un terreno que dominan y en el que se sienten cómodos a base de experimentación.
Banda cambiante y que sabe reinventarse, pero siempre guardando conexión con la electrónica y el krautrock. Schwarz suenan a ellos mismos. Si usamos etiquetas es para encajarlos en algo, ya que su naturaleza es voluble y difícil de clasificar. Atrás quedan discazos y colaboraciones recordadas como “Heptágono” (Astro Discos, 2001), con Manta Ray. Desde hace unos años optaron por el camino de la autogestión, volviendo con fuerza con “Espíritus del desierto, yo os invoco” (Schwarz, 2010) y “Alquimística” (Schwarz, 2012), todo un viaje de spacerock cósmico con piezas como Alquimix y Eurofisión.
A finales del año pasado publicaron su último disco, “Nación Subterránea” (Verlag System, 2016), con unos Schwarz que incorporan nuevos matices para engrosar su espectro krautrock, sobre todo en los elementos de percusión. Ahora las congas y timbales se suman al trance que suele tejer Schwarz. Ese recurso se añade al personal estilo de los murcianos que comienza el disco con Hashashin, un viaje krautrock hacia la oscuridad oriental, con unas letras que rascan la corteza cerebral y cambios de dinámicas que atrapan desde la primera escucha. La guitarra saturada marca el camino con las congas en la inquietante La mano convincente, con ese tenebrismo presente de manera continua. Las atmósferas se elevan en la instrumental Tan aquí, con su tejido electrónico entremezclado con el jam de la guitarra final. Si me abducen los ovnis que sea con este tema.
Las rítmicas exóticas cogen el control en Luces sobre el Arabi, lanzando fotogramas turbadores sobre algo que se asoma en el cielo. Uno de los puntos fuertes de Schwarz es la capacidad de generar estas secuencias que se meten en tu cabeza, sintiéndote partícipe de ellas. Una base rara (¿de cumbia?) muerde el espacio con los bocoders de Centro magnético. Vuelve la guitarra snoozie y cortante en El propósito es el fuego, mientras las percusiones se incorporan con esos contrastes de dinámicas que tan bien saben realizar la banda de Murcia. El disco arde con Sator rotaS, kraut uniforme y que va como un tiro. Directo al bailoteo. La vaporosidad y solemnidad de Integrales suaves, marca la parada final que ha supuesto el viaje por este “Nación Subterránea”, un disco que se clava como una astilla al cerebro y es difícil de sacar cuando ya está metida.