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Domingo por la mañana, en mi cabaña a las afueras del bosque. A pocos pasos de mí, la yegua pace la hierba del prado, rítmicamente, mientras que su potrillo desliza el hocico en la entrepierna…
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Si nos ponemos a rescatar capítulos de la historia, podríamos decir que en muchos aspectos hemos ido para atrás. Sí, sí, ¡nos hemos convertido en auténticos puritanos hasta llegar a una sociedad que se escandaliza cuando ve una planta! Pero no siempre fue así, amigas. Figuras como la reina Victoria de Inglaterra y otros personajes de la realeza consumían y promovían el uso del cannabis allá por el siglo XIX.
Parece que ya en 2900 a.C. existían documentos en China que defendían los beneficios del cannabis. Bastante más tarde, en 1809 nació en Irlanda William Brooke O’Shaughnessy, considerado como el inventor del tratamiento moderno para el cólera o el que estableció el primer sistema de telégrafos en Asia, entre otras cosas. Lo que nos interesa a nosotros es que también fue pionero en el uso del cannabis medicinal en Europa. El físico William Brooke se inspiró en el uso del cannabis que hacían en la medicina ayurvédica y persa y comenzó a usar la marihuana para tratar reumatismo, hidrofobia, cólera, tétanos y convulsiones.
Otro físico y neurólogo, Sir J. Russell Reynolds, tomó como referencia la figura de su colega para prescribir cannabis a la reina Victoria de Inglaterra, ya que era su médico personal, con el objetivo de aliviarle los calambres que le producía menstruar. Le recetó una tintura y escribió “cuando es puro y administrado cuidadosamente es uno de los medicamentos más valiosos que poseemos”. Esto estaba pasando en 1890. ¿Cómo hemos podido involucionar tanto?
La reina Victoria no era un símbolo de apertura ni mucho menos, más bien la caracterizaba su conservadurismo y su prudencia. Sin embargo, no tuvo ningún problema en seguir los consejos de su médico real y tomar la tintura de cannabis que le administraba. Una dosis pequeña de algunas gotas bajo la lengua era suficiente para sentir el efecto de esta concentración líquida de la planta.
Unos años después, en 1928, el cannabis se prohibía en Reino Unido. Ocurrió después de la celebración de una conferencia internacional sobre drogas en Ginebra tras la que la delegación egipcia denunció que la planta era tan peligrosa como el opio y, por lo tanto, resultaba una gran amenaza para la sociedad. En este país ya estaba prohibida la marihuana. En 1961 se consolidó la Convención Única de las Naciones Unidas sobre Estupefacientes y el resto ya es historia. A partir de ese año la marihuana está considerada en el mismo nivel que los opiáceos y la cocaína en el anexo I como droga con fuerte propiedad adictiva que resulta un riesgo para la salud pública. En 1969 la Organización Mundial de la Salud (OMS) determinó que “la necesidad médica del cannabis como tal ya no existe”.
Si hablamos de otras figuras históricas que promovían el cannabis tenemos que mencionar a Isabel I, reina allá por 1558. La monarca era toda una activista cannábica de su época, ya que fomentaba entre sus súbditos el cultivo de cannabis sativa. El motivo es que pensaba que era una planta muy completa, ya que además de aprovecharse sus flores de manera terapéutica o recreativa, podía usarse el resto para hacer productos textiles y cuerdas.